… La Propiedad Intelectual no sólo es el nombre de una compañía, es su primer embajador, la carta de presentación con la que se aproximan a desconocidos y la garantía de continuidad con los clientes recurrentes.…
Cuando los humanos vivían en tribus, conocían de cerca todas las características sobresalientes del resto de los miembros. Saber que uno de los compañeros de cacería es hábil o no, es valiente o cobarde, rápido o fuerte, ayuda a los demás a ser exitosos. A medida que fueron volviéndose más complejas las interacciones sociales, y se ampliaron los núcleos de convivencia, sobre todo con el advenimiento del sedentarismo alrededor de los cultivos, se fue haciendo necesario crear las primeras “marcas”, que no era más que la reputación que tenían los individuos y que podía precederlos. Esto se convierte en una especie de atajo para la buena convivencia, otorgando a personas que no necesariamente se conocen entre sí, de datos previos con los cuales pueden hacerse ciertas expectativas de su trato con el otro. Hay algunos antropólogos que aseguran que el lenguaje surgió de la necesidad de comunicarse estas características entre dos personas que hablaban de un tercero, o sea, del chisme.
En el mundo moderno, la Propiedad Intelectual, principalmente las marcas y diseños que distinguen a un producto o servicio de los demás, cumplen precisamente con esa función: la de otorgar a los usuarios el conocimiento preestablecido de una serie de características exclusivas con las que pueden contar.
La Propiedad Intelectual no sólo es el nombre de una compañía, es su primer embajador, la carta de presentación con la que se aproximan a desconocidos y la garantía de continuidad con los clientes recurrentes. No hay mayor decepción para los consumidores que adquirir un producto y que éste haya bajado de la calidad ofrecida por el nombre ya conocido en otras ocasiones.
Aunque el trabajo de construir la reputación recae en la forma en que se lleven los negocios, es especialmente importante proteger ese nombre (ya sea logo, lema, diseño gráfico o cualquier otra expresión distintiva) de su imitación, precisa-mente porque alguien malintencionado puede aprovecharse del trabajo invertido en crear una reputación y sacarle utilidades al esfuerzo ajeno. O, peor aún, vender un producto o servicio de menor calidad, desprestigiando la marca imitada. Y, aunque la imitación es una de las mejores formas de halago, en cuestiones comerciales es
simplemente dañina. No por nada se trata de homologar la inscripción de la Propie-dad Intelectual en todos los países en donde ésta es reconocida y se miran con tan malos ojos para el libre comercio a los países en donde se cometen infracciones en contra de estos derechos.
Si usted está pensando en iniciar un negocio, asegúrese de proteger toda la propiedad intelectual con la que lo bautice. Se considera incluso parte de los activos de una sociedad y aporta valor a la misma. Es una buena manera de empezar a distinguirse de la competencia y de garantizarse una mejor probabilidad de éxito. Seguramente no desea hacerse de una excelente reputación sólo para que el vecino la aproveche.
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